NOVEDAD EDITORIAL

Una Alicia distópica

Prólogo de Isabel de la Fuente a Síntoma, la nueva novela de Valentina Viettro

Y de repente somos todos protagonistas de una película distópica clase B… Una mujer está sola en su pequeño apartamento en una ciudad muy lejana a la que la vio nacer. Piensa en escribir sus memorias y se sorprende, es joven aún para eso, pero recuerda que a esa misma edad morían los indígenas de su tierra, o al menos eso decía el libro de 2° grado.

El afuera se desdibuja y pierde sentido tras los vidrios de las ventanas. Las calles vacías y el silencio puntualmente interrumpido por el camión fumigador. Lo que no se interrumpe es la retahíla de pensamientos: hay que recomponer las rutinas, pensar estrategias, administrar las provisiones y la ansiedad, organizarse, prepararse, aunque no se sepa bien para qué.

La libertad cambia sus acepciones y esa mujer migrante, sola en su apartamento se enfrenta a la novedad de un mundo pandémico lleno normas y protocolos.  Se enfrenta a nuevos temores y a las nostalgias de siempre. Piensa y repiensa en la nueva realidad de un mundo que se cae a pedazos y nos marca la agenda. Un mundo en el que hemos quedado como obedientes marionetas de un titiritero perverso.

Pero esa mujer no se da por vencida, los pensamientos no se detienen y la piel tampoco. El deseo se abre como una grieta entre lo posible y lo inefable: el sexo es sexo no importa cómo y menos ahora. El amante a kilómetros de distancia, la urgencia pegada a las yemas de los dedos que trabajan arduos sobre el teclado y la entrepierna. Hay un poco de calma y es mucho, pero mañana habrá que inventar otras estrategias.

Dormir cuesta, soñar no tanto. Los sueños llegan y lo mezclan todo, la vigilia igual. Los recuerdos avanzan en tropel, arrasan como la gente en los supermercados y no queda nada, nada más que la mirada lúcida y perpleja buscando tras los cristales algo, alguien que dé un poco de sentido a todo esto.

La respuesta llega en un juego compartido con la vecina de enfrente o en esos curiosos golpecitos que se escuchan a través de las paredes. Tal vez no está tan sola como creía. Donde nos sienten estamos. Hay que seguir el rastro del sonido, hay que seguir los instintos, hay que dejarse llevar.

El afuera es cada vez más borroso. La mujer es una Alicia distópica saltando a través de las paredes espejo.  Atravesando lo ignoto y lo prohibido para construir otra realidad, otro mundo posible, porque nos pueden dividir, pero no nos pueden separar.

Isabel de la Fuente

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