Escuela sustentable, otra forma de enseñar

En un balneario de la costa este de Uruguay, a ochenta kilómetros de la capital Montevideo, se construyó la primera escuela pública autosustentable de América Latina. Un edificio fuera de lo común construido gracias a los aportes de micromecenazgo (crowdfunding) de empresas y particulares. A esto se sumó también un grupo de técnicos y mano de obra caritativa y benévola que vinieron de todas partes del mundo.

Texto: Valentina Viettro
País: Uruguay

Hace siete años, Martín Espósito tuvo su primer acercamiento a las ideas de un arquitecto estadounidense que bregaba por construir edificios levantados con desechos reciclados, capaces de subsistir de manera totalmente autónoma. El día que Martín miró el documental “El guerrero de la basura”, sobre el trabajo de Michael Reynolds, decidió que llevaría adelante un proyecto de este tipo en Uruguay; y así lo hizo.

Pocos días después de haber visto el documental, Martín, un joven emprendedor uruguayo licenciado en Comunicación, reunió a sus amigos, les mostró la película y los embarcó en esta aventura. De ahí surgió “Tagma”, una organización sin fines de lucro que en 2012 comenzó a conformar su equipo fundador.

“Al principio empecé con amigos pero a medida que el proyecto iba tomando forma, fuimos buscando perfiles de personas. El problema era que no teníamos presupuesto”, cuenta Espósito. “Incluso una amiga puso el dinero destinado a su casamiento para el proyecto. En ese momento no sabíamos si íbamos a poder devolvérselo,” recuerda.

Convencidos de la importancia del proyecto, los chicos de Tagma que por ese entonces se encontraban en la veintena de años, decidieron escribirle a Reynolds. Así fue que le mandaron un primer correo electrónico que no obtuvo respuesta, luego un segundo con el mismo resultado, hasta que poco tiempo después llegaría un mail del arquitecto ante el tercer intento. La respuesta era bastante clara: “primero junten el dinero”.

En 2013, gracias a la donación de la empresa Villa Lima que aportó 5000 dólares al proyecto, Tagma compró los primeros planos a Earthship Biotecture, la empresa liderada por Reynolds, para la construcción de la escuela. El proyecto empezaba a hacerse realidad bajo el nombre de “Una escuela inteligente”, título con el que fue presentado a las autoridades.

“Aprendimos mucho sobre la burocracia y sus procesos, la clave fue no desanimarnos. Pienso que la burocracia al final son solo miedos que pueden detenerte pero nosotros decidimos seguir adelante”, relata Espósito.

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