Planifiqué mi muerte y fue una fiesta.
Voy a morirme un rato a ver si puedo sobrevivir.
→ Para morirte nadie te pide experiencia ni te pregunta ¿es que has estado muerta ya?
(La muerte mojada)
Entrené y entrené, las mañanas de espalda, las tardes de crawl, las veces, por qué negarlo, intercalando una cadenciosa rana en un constante abrir y cerrar de libros y manos. Intentando no pensar hundía la brazada, estiraba la pata y avanzaba derechito a un costado del andarivel. El lema era no pensar. Hasta que una idea insoportable se coló invadiendo mi mente y sobre el cuello todo se llenó de agua. El cloro imperturbable lavó mis crueles pensamientos mientras burbujas de aire apretado se expandieron en el agua buscando el camino de regreso a la superficie. Así morí, hundida y perturbada para siempre.
→ ¿A poco te vas a morir tan joven?
Nadie sabe nada de la muerte, yo tampoco.
Extranjera trasatlántica, le tiran una soga y sube.
(La muerte alta)
Hace más de veinte años reino desde mi metro sesenta, nunca menos, a veces más, pero ni los tacones decidieron a quedarse así que continué equidistante a la tierra que me ha visto llegar a esta altura. Las veces levanto el mentón y qué dolor, las vertebras echadas atrás, el cuello arriba. ¿Y si me tiro de la torre? Eiffel prendía y apagaba las lucecitas marcando el ritmo de la tarde. Subí los escalones del paso gratuito hasta que dos pisos más allá del suelo pude colarme y seguir arriba. Recuerdo que me elevé al punto que la gravedad me hacía cosquilla atrayéndome a lo bajo. Luego salté, mostrando mis bragas, anticipando el pronto final, descalza y sonriente con el vestido de volados amarillos.
Me cuesta cagar, dormir, me jode el pie, me tiemblan las raíces, me pican los bichos, me duele la espalda a la altura del cóxcis y me arde y me estiro. Acomodo los huesos y la vida. Transmuto y paso de mariposa a gusano, ¿Y después?
Siempre pensé en mi velorio como la mi último festejo pero sin mi. Como cuando escapo de mi propio cumpleaños pero sin seguir creciendo. Aún no me decido si hacer una gran instalación o dejar mi deseo vivo impreso en un papel. Quizás mandar miles de mails con instrucciones contradictorias y esperar.
– Ojalá no duela. ¿Y qué importa si duele? ¡Esto es el final! Solo espero que me atraviese cuál rayo injusto y me haga explotar. Pero quiero verlo, infernal, monstruoso y sanguíneo, final de heroína de la nada, conquistadora de poco y caminante destino
Ser testigo de mi último aliento, ser la mosca que rodea mi putrefacción, el gusano que come y caga en mi interior.
(La muerte seca)
Finalmente jugamos a que yo era tierra y vos agua. Morena y tranquila esperaba tu alimento, cuarteada a tu antojo con las venas abiertas. Pero la sequedad ahondaba los pozos y las semillas caían en hondo eco y sus partes se abrían sin encontrar alimento. Luego, todo pereció. Y en el mundo solo un crujido cuál interferencia siguió sonando.
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