La carrera del descanso

Era domingo y ya todos se miraban mal, porque aún no estaba la cena y nadie tenía que decirse y el informativo siempre lo mismo y la cosa repetida y el despertador por programar y sí, mañana es lunes y eso es verdad.

Emilia corre de semana en semana, tic-tac, tic-tac, bajo el convencimiento de que pronto va a venir el viernes y así el sábado y el domingo. Y que así, sin más, un día se termina el año. Tic-tac, tic-tac, ¡salud!.

Cierto es que a medias disfruta la acumulación ansiada de la llegada del fin de la semana pero ya cuando transcurre el domingo, apenas salido el sol, sufre pensando que al otro día es lunes y el despertador, la oficina, los clientes, los posibles clientes, los trenes, la sonrisa obligada y cual manzana rellena en plomo directo cae en la añoranza de algo que aún siquiera terminó; de las cosas que le gustaría, de lo que le queda en el tintero donde habitan tantos miles enfermos de pura sobrepoblación.

Claro que esto es bastante común, siendo que por lo general todos anhelan el tiempo libre, el descanso y la libertad de hacer lo que les plazca, aunque ante esta perdamos la brújula de la convicción de aquello que ya sabíamos y en cuestiones nos volvamos circularmente enredados en un espiral barroso que solo logra chuparnos el tiempo y con él, el descanso que lentamente se vuelve arruga.

Pero a Emilia algo más le complica la mente, espera la nada, su día de no hacer, mediante estos lentes parece no tener ganas, perezosa lee, se baña poco, limpia menos, cultiva el mutismo y de a ratos tiende a simular que algo mira; extrañamente recibe visitas y cuanto menos las hace. Todo indica que eso busca, pugna por no hacer nada como si hubiera sido creada para esperar, aunque las bataholas de los duendes que le habitan insistan en decirle que no es camino, que no es la actitud ameba que ha construído esos bellos puentes que tanto observa en el exterior.

La persigue la contrariedad, pasa la semana atiborrandose de actividades para que el tiempo pase más rápido, el mismo al que no quiere que el fin arrive.

Activa espera el tedio, nada suma, resta minutos, horas, días; se cansa para descansar, bebe para resaquear, fuma para ya no tener lo que fumar y la noche se le hace extensa, casi eterna entre sueños e insomnios, entre caminos de ida que solo conducen a una misma vuelta donde las calles se transmutan en nuevos caminos de piedra y altitud desmesurada, en corridas de luces medias e inconsciente corre los tiempos llenando espacios debiendo ensancharlos los junta y la pregunta es una y otra vez la misma, ¿qué carajo hago acá?

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